lunes, 29 de agosto de 2011

¿Rungu?





Bien sabes que no me gusta que hayas cambiado la tela de los sofás, que aborrezco el color salmón. ¿Y la lámpara que trajimos de Kenia, dónde está? ¿Eh? ¿Dónde coño está la lámpara? Y las alfombras. ¿Cuándo compraste estas alfombras de mierda? ¿Y las que teníamos, dónde las pusiste? ¿Por qué sacaste la piel de cebra de debajo de mi butaca de leer? ¿Ya no combinaba?

Pero lo peor es lo que me has hecho con los libros ¿Por qué no los habrás dejado como estaban, por género y autor, en vez de ordenarlos por el color del lomo? ¿A quién se le ocurre? Bien sabes que odio que me toquen los libros, que no soporto que uno solo esté fuera de su sitio. Que el orden es: género y autor por orden alfabético. No hay otro orden posible, pero no te enteras.

Sí, ya sé que nos divorciamos hace más de un año, pero hasta hoy no había podido ver todo este despropósito. No me dejaste volver a entrar. ¿Recuerdas? Mil excusas para mantenerme alejado. Ahora ya veo por qué.

A mí me da igual lo que diga la sentencia. Me importa una mierda la opinión del juez, del fiscal y de tu abogadito repeinado y metrosexual. Ya me dirás como le pagaste a ese para que me jodiera así. ¿Te lo tiraste? ¿O sigues yendo dos veces por semana para arrodillarte en su despacho?

¡Joder! Mira que bien podrías haber dejado todo tal como estaba, tal como lo habíamos puesto tú y yo. Pero no, tenía que ser como quería la señora, que ahora es la dueña de todo.

¡Es que no puedes ser más estúpida! Si te hubieses quedado quieta, nos habríamos ahorrado todo esto y ahora no tendría que ponerme a lavar la mierda esta de los Masai; ¿Cómo se llamaba, Rungu?

Lo que más me jode, es que no sé cómo le voy a quitar las salpicaduras de tu sangre a las novelas de Faulkner.


[Imagen obtenida de Google - RUNGU - Arma tradicional de varias tribus de Africa oriental] 

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lunes, 22 de agosto de 2011

EFEMÉRIDE




Hoy celebró el vigésimo aniversario de su incorporación a la empresa. Le corresponden, por ello, dos pagas extraordinarias y una insignia de plata que le entregarán los jefes, en cuanto dispongan de un hueco en su agenda para invitarle a una comida informal.
Ciñéndose a la tradición establecida, al final de la jornada invitó a sus compañeros de la oficina con pasteles y el mejor cava que logró encontrar en el supermercado del barrio.
Aunque el brindis se prolongó más de lo habitual, no se distrajo de su rutina diaria y antes de marcharse, como cada tarde, añadió una nueva razón a la carta de dimisión que, con incuria poética,  escribe desde hace diecinueve años y trescientos sesenta y cuatro días.

[Imagen obtenida de Google - Hombre escribiendo en un bar de Miguel Ruibal]
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viernes, 12 de agosto de 2011

ASEDIO ÁGRAFO






02/04/11
Primero nos robaron los libros y las revistas. Luego se hicieron con todos los documentos impresos. Más tarde destruyeron la Red e infectaron los ordenadores y los teléfonos móviles. Secuestraron las viejas máquinas de escribir, los faxes, las fotocopiadoras y quemaron las imprentas. No se detuvieron hasta hacer desaparecer las plumas, los bolígrafos, los rotuladores, los lápices, las ceras y  las tizas.
05/06/11
Resistíamos.
Insatisfechos, lanzaron su ______ final y las palabras _________ a desaparecer __ los ______.
11/08/11
C_mo n_ nos r_ndim_s, _st_´n r_ptand_ l_s voc_les  de f_rma ale_tor_a.
Pr_nt_ vendr_´n _ p_r las c_nson_ntes.
N_cesit_mos ay_da
S._.S.

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jueves, 4 de agosto de 2011

Devoción



No lograba comprender el porqué de tanta crítica con sordina. Menos aún superar la sevicia persistente de todos ellos. Pedro y Andrés ya ni la miraban. Felipe, Juan y Santiago siempre la habían desdeñado. Los demás disimulaban su rijosidad evitándola.
Si nada cambiaba, los sueños e ilusiones que ella sintió al conocerlos acabarían convirtiéndose en desencanto y remordimiento. Por eso quiso explicarles que, aunque lo anhelaba, no lograba contener sus sentimientos. Que su corazón le empujaba  a entregarse a Dios con fervor.
No supo quién de los doce habló pero el desprecio de aquella respuesta, con aliento a vino agrio, desgarró el silencio apelmazado con que ellos habían recogido sus palabras:
­—¡Que puta eres, Magdalena!

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[Imagen obtenida de Google - Vida de María Magdalena de Salvador Dalí]

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